Había una vez un pueblo muy ocupado en "la lucha" por ganarse la vida. Tal vez por esta preocupación no vieron venir una tormenta terrible: empezaron a llover monedas de oro. Por supuesto, dejaron todo para juntar de rodillas las monedas.
Terminado el chaparrón, la gente descansó. Tenían sus casas llenas de monedas.
Al día siguiente nadie fue a trabajar, al segundo tampoco.
Al tercer día todos se levantaron y salieron de compras... pero estaba todo cerrado.
Fue entonces que pensaron que habían caído en una trampa, pero ¿cual?
Ese día una pareja recorrió las calles con un bebé enfermo, pidiendo ayuda. Y el médico, que venía aburriéndose soberanamente contando sus riquezas, sintió que estaba en su corazón y no en su bolsillo curar a los seres humanos. Entonces atendió al bebé.
Por su parte, el panadero se aburrió de contabilizar sus monedas. Presintió que estaba en él amasar el pan; y juntó el agua con la harina, muy feliz de la vida. Porque estaba en su corazón, no en su bolsillo, trabajar de panadero.
A la maestra le ocurrió lo mismo, y al panadero, igual.
Lentamente aquel pueblo ocupado en "la lucha" para ganarse la vida se puse un movimiento. Pero esta vez buscaron la actividad en su corazón, no en su bolsillo. Y todos se largaron a trabajar contentos. Con "desapuro" y autorrespeto.
¿Las monedas?
Ah, sí. Quedaron en los rincones, como testimonio de una vieja y siniestra equivocación de los hombres.
Extraído de "Terminamos de estudiar, ¿y ahora?" de Carlos Durán
"Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores." 1 Timoteo 6:10
No hay comentarios:
Publicar un comentario